Tal parece que se nos tornó habitual el convivir de nuestras facultades, con un notable desajuste que ha impedido formular las respuestas mejores a las necesidades que desde el exterior se le hacen a la Universidad; convivencia que degeneró en hábito y por tanto en la exigencia de ocupar preferente lugar en las prioridades de cualquier política académicamente seria.
Pero, no obstante la certeza de una situación tan equivoca, no puede tampoco dejar de preocupar el síndrome profesionalista
que está invadiendo las facultades de Arquitectura, so pretexto de "responder” de una manera mecánica e inmediatista a las circunstancias o solicitudes extra-académicas.