Varios comentarios se suscitan al sucederse un nuevo encuentro de Arquitectura Latinoamericana, esta vez reunido en la ciudad mexicana de Tlaxcala el pasado mes de Mayo.
El primero de ellos, el beneplácito por la continuidad bianual de un evento que reúne a todos los países de la región, con el propósito de confrontar experiencias prácticas y ampliar el universo de sus referencias conceptuales, vitales para un continente cuya cultura ha arrastrado atávicamente los fantasmas del aislamiento, la dependencia y la suovaloración de sus expresiones locales.
Sin el ánimo de impulsar programas absurdos hacia una latinoamericanidad programática y a ultranza, cuyas connotaciones en lo real serían bastante anacrónicas y reaccionarias, interesa abordar las complejas dualidades que enfrenta la  Arquitectura en América Latina, sometida al doble compromiso de lo local y lo universal, del reconocimiento de una tradiclón que debe conjugarse con un derecho inapelable de pertenencia existencial a una modernidad.